¿Qué es la buena vida?

¿Qué es la buena vida? Un verdadero filósofo nos lo cuenta O más bien debo decir, nos lo contó. El pasado 20 de mayo de 2022 tuvimos nuestro segundo conversatorio abierto dedicado a “La Buena Vida”.

Es un tema que llevo pensando mucho tiempo, pero no soy filósofa y sé que las preguntas sobre la buena vida están informadas por la filosofía. Y si bien, sé que dentro de la filosofía se anima a que la persona común se convierta en un filósofo moral para lograr la buena vida, es una fortuna contar con las reflexiones e impresiones de Maximiliano Loria.

Maximiliano fue por muchos años profesor de filosofía en la Universidad Nacional de Mar del Plata (Argentina) y hoy en día trabaja en la Universidad Católica San Pablo (Arequipa, Perú). Su especialidad es el estudio de la relación entre ética y metafísica en la tradición de pensamiento aristotélica y tomista, de la cual Alasdair Macintyre es uno de sus más destacados representantes contemporáneos. Maximiliano es autor del libro Alasdair MacIntyre y la actuación racional en la tradición neoclásica (Dykinson, 2021) y fue co-editor junto al doctor Javier de la Torre del libro Alasdair MacIntyre: Relecturas Iberoaméricanas. Recepción y proyecciones (Dykinson, 2020).

La verdad es que la pasamos muy bien y al final del texto dejaré un enlace al video de la grabación, pero para aquellos que disfrutan más leyendo que escuchando, quisimos compartir acá nuestras notas de lo que exploramos en el conversatorio.

Los filósofos cuidan de la salud del alma

John Sellars, recordando las lecciones de Epicteto, nos recuerda que el papel del filósofo es el de un médico, pero uno que cuida el alma. El alma, Sellars dice, no se refiere acá a algo sobrenatural, sino más bien “la mente, los pensamientos y las creencias” (Sellars, 2021: 16). Los filósofos llevan entonces milenios explorando la pregunta sobre qué es la buena vida y es una pregunta central a su indagación dado su papel en el proyecto de vida de los hombres.

Pero no son los únicos. Más recientemente, los psicólogos también se han metido en el tema. Por ejemplo, a eso se dedica en buena medida la psicología positiva. En efecto, muchos estudios sobre el bienestar responden a esta pregunta.

 

Entonces ¿qué es la buena vida?

Esas palabras en español, a nivel coloquial se entiende como “darse la buena vida”. La expresión trae a la mente esos viernes en la noche después del trabajo, las vacaciones y el pasarla rico. Un enfoque hedónico.

Esto se distancia de lo que nos propone Aristóteles cuando nos dice que una persona puede saber si tuvo una buena vida solo cuando ha muerto. Y de esa aparente tensión, partimos. Le hicimos a Maximiliano estas preguntas para comenzar:

  • ¿En qué consiste la buena vida?
  • ¿Hasta qué punto, se mide por la calidad de nuestras relaciones interpersonales?
  • ¿Será un asunto más ligado a lo material?
  • ¿O más bien, tendrá que ver con longevidad, salud y bienestar físico?
  • ¿Y qué hay de la búsqueda del prestigio?
  • ¿Por qué la buena vida la asociamos con avanzar en nuestras carreras?

Con esas preguntas iniciamos nuestra búsqueda de respuestas con Maximiliano como guía.

 

La buena vida y el placer no son lo mismo

MacIntyre, siguiendo a Aristóteles, dice que es bueno ser feliz si uno tiene razones justificadas para serlo. Sin embargo, argumenta la necesidad de que esa sensación subjetiva esté alineada con una vida comprometida, que no solo incluye pensar en la propia satisfacción narcisista, sino que también requiere considerar a las otras personas de nuestro entorno.

En este sentido, para vivir bien se necesita una buena teoría de la vida. Y una buena teoría de la vida implica a su vez una teoría verdadera de lo que significa vivir bien. Con verdadera, nos referimos a que una cosa es conocer una buena teoría de la vida y otra cosa es tener la sabiduría práctica para encarnarla.

La tradición aristotélica y la teoría de los bienes

La buena vida según Aristóteles habla de bienes exteriores, bienes del cuerpo y bienes del alma.

Dentro de este modelo, nadie puede florecer si no tiene lo mínimo materialmente indispensable para vivir, sin una determinada salud del cuerpo y sin la capacidad para discernir cómo esos bienes exteriores deben estar al servicio del despliegue de los bienes del cuerpo y del alma.

Los bienes del alma son los que realmente nos hacen florecer como humanos. Dentro de los bienes del alma encontramos el conocimiento, la verdadera amistad y la aspiración al poder y al reconocimiento público.

El conocimiento se refiere tanto a lo teórico como a lo práctico. El saber ser en conjunto con el saber hacer.

 

Los otros y la buena vida

La construcción del bien común es un concepto determinante de la buena vida. El bien común es lo que le da sentido al conjunto de nuestras prácticas y nos lleva a poner al servicio de la comunidad los talentos que podamos tener.

En este sentido, la felicidad no viene del aislamiento y el individualismo. De hecho, no podemos desentendernos de los demás si queremos una buena vida. En esto coincide la tradición aristotélica y muchos estudios de la psicología positiva que afirman que las relaciones interpersonales satisfactorias son de los factores que más contribuyen a la felicidad. La verdadera amistad viene de formar vínculos y compartir con el otro la vida. Es decir, compartir con el otro la búsqueda de la verdad y hacernos compañía en el proceso. En ese sentido, la felicidad y la verdad son un logro compartido anclado en la virtud, como decía Aristóteles.

Por su parte, el poder y el reconocimiento pueden ser buenos o malos dependiendo del carácter de la persona y de si fundamenta su aspiración en el bien común o en la búsqueda de la gloria individual.

Una buena vida es una vida floreciente

Florecer es el despliegue armónico de nuestras facultades humanas. Se refiere al correcto empleo y desarrollo de nuestro entendimiento y el sentido de voluntad, que en conjunto nos dan la capacidad de ser individuos libres.

Por eso, no es de extrañar que cuando nos entregamos a ver TikTok infinitamente o a un trabajo alienante, perdemos el contacto con esas facultades.

En la literatura de felicidad en el trabajo, por ejemplo, se habla de la pérdida de autonomía. Y es posible entender desde esta perspectiva entonces por qué prácticas como el micromanagement, esa gerencia que nos da instrucciones precisas de todo nos resulta tan contraproducente. Nos quita un elemento fundamentalmente humano. Nos roba nuestra agencia y nuestra libertad.

Ya que hablamos del ámbito laboral, mencionemos los elementos que destacan en la relación personal desde la actividad que realizamos:

  • La actividad que uno realice debe hacernos sentir que plasmamos nuestro espíritu en lo que llevamos a cabo; podemos ver reflejado nuestro ser en lo que hacemos.
  • Se debe descubrir cómo lo que uno hace puede servir al bien de la comunidad.
  • En eso se basan las conversaciones sobre la búsqueda del propósito de vida tan vigentes hoy en día.
  • Lo urgente, lo importante y lo necesario para florecer
  • El ser humano no puede vivir sin tener el corazón puesto en algo.
  • Lo importante es que nos preguntemos si el lugar en el que tenemos puesto nuestro corazón nos conduce a nuestro florecimiento.

Maximiliano lo resume magistralmente de esta manera:

“Cuando lo importante golpea nuestra puerta, debemos estar dispuestos a dejarlo entrar en nuestro corazón”.

Se hace necesaria una distinción de los principios de urgencia e importancia para asegurarnos de que tenemos el corazón donde decimos que lo tenemos. Porque si nuestra vida pasa solo por lo urgente, lo útil y lo productivo, y no somos capaces de darnos espacio para lo necesario, significa que estamos priorizando de modo inadecuado nuestros miedos. Soltar todo a veces es necesario para que no desperdiciemos la oportunidad de ser los protagonistas de nuestra vida.

¿Qué sucede cuando lo urgente reemplaza a lo necesario?

La cultura actual nos pinta una idea de ser feliz que puede que no nos conduzca a la buena vida. La tiranía de la fama, el poder y la productividad nos pueden alejar del camino.

Practicar el bien es un acto subversivo

Nadie puede florecer sin buscar la verdad o practicar el bien.

Sin embargo, la buena vida no es algo que ocurre de forma gratuita. Es una vida que se construye con intención, reflexión y aprendizaje.

Maximiliano, citando a Francisco Luis Bernárdez, compartió:

“Porque después de todo he comprendido

Que lo que el árbol tiene de florido

Vive de lo que tiene sepultado”.

La resiliencia se vuelve clave para florecer. Y en ese acto de reflexión, detenerse a pensar es un llamado a la subversión. Porque la cultura nos vende una idea distorsionada de la buena vida y si bien no vamos a demonizar los bienes materiales, debemos entender que son medios para la conquista de los bienes superiores (cuerpo y alma).

Cerrando su intervención, Maximiliano compartió con nosotros unos conceptos que denominó notas constitutivas para florecer.

Hay distintos modos y numerosos caminos para florecer como seres humanos de acuerdo al tiempo y contexto en el que nos encontremos. No obstante, hay conceptos que nadie puede ignorar sin alejarse de la buena vida. Ideales que cada uno encarna como puede, pero que todos necesitamos asumir.

Para florecer, necesitamos:

  • Desplegar la dimensión de nuestras virtudes intelectuales, del carácter y de nuestras virtudes morales.
  • Reflexionar sobre nuestra vida, lo que sucede y aprender de ello.
  • Construir vínculos de amistad verdadera con las personas que podamos.
  • Practicar una actitud contemplativa de la propia existencia.
  • Alinear nuestras acciones y deseos con el bien común.

Cerramos con más de Maximiliano:

“La filosofía debe partir de los problemas y de las inquietudes de las personas que no se dedican a la filosofía. Y tratar de iluminar esos problemas y esas inquietudes”.

Han quedado perlas en nuestras notas borrador, pero pienso que esto resume la sustancia de nuestra conversación. Si quieres verla entera, abajo encuentras el video.

Y si te ha gustado, suscríbete a mi canal y nos encontramos pronto.

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